El efecto caracol es un fenómeno que se presenta cada vez con mayor frecuencia en el pintado de fachadas, que es consecuencia de un efecto óptico y que tiene muy fácil solución.
En ocasiones, sobre todo en determinadas zonas costeras de España y todavía con mayor frecuencia en el Sur, sobre una fachada recién pintada expuesta a una lluvia de escasa intensidad, y en cuyo pintado se haya empleado una pintura de calidad que lleve mucha resina o colores intensos, pueden aparecer unos finos surcos (una especie de lagrimeo) que se manifiesta en forma de una diferencia de tonalidad, respecto al conjunto de la pintura que aparece en el resto de la fachada pintada, machas que incluso pueden desparecer cuando el observador cambia de posición, dando la impresión de que es un efecto óptico.
Como es sabido, la pintura está compuesta fundamentalmente por: vehículo, pigmento y resina. Cada uno desempeña una función específica, que a su vez se complementa con la de los otros.
Pues bien, existe otro grupo de productos que se añaden a la pintura, para conseguir fines específicos, y a los que se denominan aditivos (antiespumantes, fungicidas, etc.).
Existe un grupo de aditivos, denominados tensoactivos, cuya función es, como su propio nombre indica, “modificar la tensión” superficial de la película de pintura.
Durante el proceso de secado, los tensoactivos deben de evaporarse. Cuando la película de pintura todavía no está seca, y está expuesta a una lluvia de escasa intensidad y poco tiempo de duración, los tensoactivos absorben el agua y reaccionan produciendo unas manchas sobre la superficie.
Lo mismo puede ocurrir en zonas donde existe un elevado grado de vapor de agua en el ambiente que, de igual forma, puede reaccionar con los tensoactivos, produciendo el efecto caracol.
Estas manchas pueden desaparecer sencillamente:
En ningún caso, debe de interpretarse como un fracaso de la aplicación ni de la calidad de la pintura; y como vemos, además tiene muy fácil solución.